miércoles, 5 de enero de 2011

La contrareforma Católica

La Reforma Católica o Contrarreforma fue la respuesta a la reforma protestante de Martín Lutero, que había debilitado a la Iglesia. Denota el período de resurgimiento católico desde el pontificado del Papa Pío IV en 1560 hasta el fin de la Guerra de los Treinta Años, en 1648. Sus objetivos fueron renovar la Iglesia y evitar el avance de las doctrinas protestantes.
Se esforzó sobre todo en cuatro temas:
  1. Doctrina.
  2. Reestructuración eclesiástica, con la fundación de seminarios.
  3. Modificación de las órdenes religiosas, haciéndolas volver a sus orígenes espirituales.
  4. Vigilancia de los movimientos espirituales, centrándolos en la vida piadosa y en una relación personal con Cristo. Esto incluía a los místicos españoles y a la escuela de espiritualidad francesa.


Concilio de Trento

Fue un concilio general de la Iglesia, reunido de 1545 a 1563 en Trento, cerca de los Alpes, que aprobó una serie de decretos doctrinales con respecto a los dogmas, la disciplina, el papado y las órdenes religiosas, que permanecieron vigentes hasta que se reunió el siguiente concilio, más de tres siglos después.
Fue convocado por Pablo III y estableció:
  1. Una jerarquía efectiva de supervisión para garantizar que el clero y los laicos observaran las nuevas normas de disciplina y ortodoxia que se esperaba de ellos.
  2. El fortalecimiento de la figura del Papa.
  3. La revitalización de la meditación y la oración, así como el control de las pasiones de los individuos.
  4. El examen cotidiano de la conciencia y la confesión.
  5. La celebración de fiestas anuales en honor de los santos y las advocaciones a la Virgen María.
  6. El impulso a la formación de más cofradías y hermandades donde se organizarían cajas de ahorro para ayudar a las viudas, los huérfanos, los ancianos y los enfermos, y para pagar los gastos funerarios.
  7. El castigo a los miembros de la Iglesia que abusaran de los bienes económicos de los fieles.
  8. Estas medidas, junto con la Inquisición y las guerras de religión, pretendían detener el avance del Protestantismo e infundir un nuevo entusiasmo y confianza a los católicos.
  9. Hacia 1650, más de dos tercios de Europa prestaba de nuevo obediencia a la Iglesia de Roma: la Reforma protestante, en conjunto, sólo conservó su influencia en el norte.


Reforma Católica

La Contrarreforma, para algunos, no difería en forma sustancial de aquello que buscaba la Reforma protestante a la hora de renovar la Iglesia. Sin embargo, en cuestiones teológicas era completamente opuesta. Los esfuerzos reformistas de Pablo IV se basaron en el autoritarismo, apoyado en el Derecho Canónico y las encíclicas papales. Dos de sus herramientas fueron la Inquisición, institución creada por el Papa Gregorio IX en el [siglo XIII] para investigar y juzgar a los acusados de herejía o brujería, y la censura, con la creación del índice de libros prohibidos.
Entre otras medidas efectivas sobre liturgia, administración y enseñanza religiosa, se tomaron las siguientes:
Nombrar cardenales y obispos de gran integridad moral, como San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán.
Crear seminarios en muchas de las diócesis, lo que garantizó la uniformidad teológia.
El Concilio de Trento no aprobó ninguna de las reformas de Lutero u otros protestantes, sobre todo la justificación por la fe, lo que acentuó la división del cristianismo, con diferentes reformistas coincidiendo en que el papado era perjudicial. Esta actuación del Papa reflejaba el paso hacia el absolutismo que caracterizó al siglo XVI.
Por otra parte, el descubrimiento y colonización de América convirtió a muchos clérigos en misioneros, empeñados en la conversión de los nuevos pueblos conocidos y estableciendo escuelas confesionales.
Al mismo tiempo que la agresividad y militancia del catolicismo era palpable, surgió una ola de misticismo que proponía la meditación y el rezo personal, como el del rosario. La fe católica tras la contrarreforma tuvo dos vertientes:
  1. La idea de un Dios temible que utilizaba el castigo, que fue impulsada por Pablo IV,
  2. La piedad popular y la experiencia religiosa individual, que dio figuras como San Juan de la Cruz o Teresa de Ávila.

Pío V representó el esfuerzo de un sector eclesiástico para combatir el protestantismo impulsando la devoción popular y castigando la herejía. Era un dominico de fe sólida y férrea disciplina, que protegió a los pobres creando hospitales y escuelas y apoyando las misiones en el nuevo mundo, pero decidió aplicar la Inquisición para prevenir el aumento de herejes.
Sixto V representó la etapa final de la reforma católica, convirtiendo Roma y el barroco en la representación visual del catolicismo.

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