La Cueva de Altamira es un hito cultural de la Historia de la Humanidad. El descubrimiento de las pinturas de la Cueva de Altamira en 1879 por D. Marcelino Sanz Sautuola significó el descubrimiento del arte rupestre paleolítico, y de su manifestación más espectacular.
Bisontes, caballos, ciervos, manos y misteriosos signos, pintados y grabados, son la expresión de loshabitantes de la Cueva hace 15.000 años durante el Paleolítico Superior. La Cueva de Altamira es Patrimonio de la Humanidad desde 1985.
Descubrimiento
D. Marcelino Sanz de Sautuola era un estudioso de las ciencias y experto en distintos campos aunque destacó como botánico e historiador. Fue un adelantado a su época. Su aportación a la prehistoria mundial llegó de la mano del descubrimiento de Altamira. Sería el primero en reconocer que las personas del Paleolítico eran capaces de crear obras de arte y en considerar auténticas las pinturas.
Todo comenzó en 1875 en el momento en que un pastor le informó de la existencia de una cueva en el Prado de Altamira. En su primera visita recogió restos arqueológicos de la superficie y localizó algunos dibujos. Años después, en 1878 acudió a la Exposición Universal de París, donde vio objetos prehistóricos del sur de Francia. La sorpresa que le produjo el gran parecido de estos objetos con lo encontrado en Altamira, le impulsó a volver a la cueva a continuar con sus investigaciones.
En 1879 regresó con su hija María quien localizó las famosas pinturas. D. Marcelino identificó los animales pintados como bisontes, asoció los pigmentos tomados del suelo con los colores del techo y comparó estas figuras con las representadas en el arte mueble paleolítico. En sus Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander, publicado en 1880, descubría el arte rupestre paleolítico.
La idea que se tenía de los hombres prehistóricos en aquella época hacía difícil aceptar que hubieran sido los autores de aquellas pinturas, además su frescura y espectacular conservación resultaban sospechosas. Su autenticidad no fue reconocida hasta que otros descubrimientos en cuevas francesas dieron la razón a D. Marcelino.
Emile de Cartailhac, escribió en 1902 en su "Mea culpa de un escéptico" - "Fui partícipe de un error cometido hace veinte años, de una injusticia que es preciso reconocer y reparar públicamente. Es necesario inclinarse ante la realidad, y en lo que a mí respecta, debo hacer justicia a Marcelino de Sautuola".
El parque paleolítico de Altamira
En el entorno natural que rodea al edificio del Museo de Altamira se puede pasear libremente, disfrutando de su magnífico paisaje. Hacia el norte se contemplan las verdes praderías cantábricas, con suaves colinas y el valle que acoge la villa de Santillana del Mar. Hacia el sur, en días despejados, se divisan los majestuosos Picos de Europa y las feraces estribaciones de la Cordillera Cantábrica.
En este amplio recinto se ha realizado una restitución paisajística con las especies vegetales que, a través de los análisis de polen del yacimiento de Altamira sabemos que poblaban los alrededores de la cavidad. En las inmediaciones de la Neocueva crece un bosquecillo de abedules y avellanos. En otros lugares, prosperan manchas dispersas de pinos, robles, fresnos y multitud de herbáceas (brezos, gramíneas, compuestas, etc). Todo ello conforma un paisaje vegetal abierto de tipo parque, similar al que acompañó a las gentes de Altamira durante el Paleolítico Superior.
El caballo ocre, situado en uno de los extremos de la bóveda, fue interpretado por Breuil como una de las figuras más antiguas del techo. Este tipo de póney debió de ser frecuente en la cornisa cantábrica, pues también le vemos representado en la cueva de Tito Bustillo, descubierta en 1968 en Ribadesella. Es muy posible que sea de la misma tipología que el representado en la cueva alcarreña de Los Casares.La gran cierva, la mayor de todas las figuras representadas, tiene 2,25 m. Manifiesta una perfección técnica magistral. La estilización de las extremidades, la firmeza del trazo grabado y el modelado cromático le dotan de un gran realismo. No obstante, acusa, en su factura algo pesada, una cierta deformación. Seguramente originada por el cercano punto de vista del autor. Debajo del cuello de la cierva aparece un pequeño bisonte en trazo negro.
Las pinturas de Altamira
Datación - Su realización data del periodo 15.000 - 12.000 A. C.Localización - Santillana del Mar (Cantabria)
Pigmentos empleados - La pintura está hecha con pigmentos minerales ocres, marrones, amarillentos y rojizos, mezclados con aglutinantes como la grasa animal. El contorno de líneas negras de las figuras se realizó con carbón vegetal. Se aplicaron con los dedos, con algún utensilio a modo de pincel y en ocasiones soplando la pintura a modo de aerógrafo.
Tratamiento del volumen - Aprovechan el relieve natural de la roca y a veces la modelan interiormente para dar un efecto de volumen y movilidad.
Tratamiento del movimiento - El relieve de la cueva y el raspado de ciertas zonas aportan a las imágenes gran movilidad y expresividad.
Iconografía - Las representaciones rupestres de Altamira podrían ser imágenes de significado religioso, ritos de fertilidad, ceremonias para propiciar la caza o puede interpretarse como la batalla entre dos clanes representados por la cierva y el bisonte.
La cueva de Altamira es relativamente pequeña: sólo tiene 270 metros de longitud. Presenta una estructura sencilla formada por una galería con escasas ramificaciones. Se definen tres zonas: la primera está formada por un vestíbulo amplio, iluminado por la luz natural y fue el lugar preferentemente habitado por generaciones desde comienzos del Paleolítico Superior. La segunda es la gran sala de pinturas polícromas, apodada «Capilla Sixtina del Arte Cuaternario». Finalmente, existen otras salas y corredores en los que también hay manifestaciones artísticas de menor trascendencia.
Podría decirse que el auténtico descubridor de las cuevas de Altamira es Modesto Cubillas, un aparcero que en ese momento estaba cazando con su perro. Vio la cueva y avisó a Marcelino Sanz de Sautuola, para quien trabajaba. Éste se introdujo en ella con su hija de ocho años, María, pero no le dio importancia a la caverna hasta que María le llamó para que viera ciertos dibujos realizados en el techo de una galería lateral. A partir de ese momento, las cuevas de Altamira se han estudiado atentamente para descubrir su significado, su técnica, etc. Su bóveda sigue manteniendo los 18 m de largo por los 9 m de ancho, pero su altura originaria (entre 190 y 110 cm) se ha aumentado al rebajarse el suelo para facilitar la cómoda contemplación de las pinturas.
El animal más representado es el bisonte. Hay 16 ejemplares de diversos tamaños, posturas y técnicas pictóricas. Se observan junto a caballos, ciervos y signos tectiformes. Los artistas de la cueva de Altamira dieron solución a varios de los problemas técnicos que la representación plástica tuvo desde sus orígenes en el Paleolítico. Tales fueron el realismo anatómico, el volumen, el movimiento y la policromía.
La sensación de realismo se consigue mediante el aprovechamiento de los abultamientos naturales de la roca que crean la ilusión de volumen, la viveza de los colores que rellenan las superficies interiores (rojo, negro, amarillo, pardos) y la técnica del dibujo y del grabado, que delimita los contornos de las figuras.
El Bisonte encogido es una de las pinturas más expresivas y admiradas de todo el conjunto. Está pintado sobre un abultamiento de la bóveda. El artista ha sabido encajar la figura del bisonte, encogiéndolo, plegando sus patas y forzando la posición de la cabeza hacia abajo. Todo ello destaca el espíritu de observación naturalista de su realizador y la enorme capacidad expresiva de la composición.
El caballo ocre, situado en uno de los extremos de la bóveda, fue interpretado por Breuil como una de las figuras más antiguas del techo. Este tipo de póney debió de ser frecuente en la cornisa cantábrica, pues también le vemos representado en la cueva de Tito Bustillo, descubierta en 1968 en Ribadesella. Es muy posible que sea de la misma tipología que el representado en la cueva alcarreña de Los Casares.La gran cierva, la mayor de todas las figuras representadas, tiene 2,25 m. Manifiesta una perfección técnica magistral. La estilización de las extremidades, la firmeza del trazo grabado y el modelado cromático le dotan de un gran realismo. No obstante, acusa, en su factura algo pesada, una cierta deformación. Seguramente originada por el cercano punto de vista del autor. Debajo del cuello de la cierva aparece un pequeño bisonte en trazo negro.
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